El encanto oculto en las alturas del Salar de Atacama

Por Karen George

Para nadie es un misterio que el Desierto de Atacama es una de las tantas maravillas naturales que ofrece nuestro país y que convierte a nuestra región en un polo de atracción constante de turistas nacionales e internacionales, que buscan deleitarse con la imponente belleza natural que esta zona ofrece.

Durante todo el año, San Pedro de Atacama recibe a turistas y viajeros de todas partes del planeta, quienes recorren a través de tours o por cuenta propia los principales atractivos del desierto más árido del mundo. Caminando por el centro, encontramos carteles que ofrecen visitas al Valle de la Luna, a los Geyser del Tatio, a los pucarás, a las antiguas aldeas de Tulor y Quitor o excursiones a sus principales cerros y volcanes.

Sin embargo, hay muchos más pueblos que también son parte del gran Salar de Atacama. La localidad de Socaire, el último y más alto punto en el altiplano chileno, es uno de ellos, que además de contar con atractivos turísticos a su alrededor, es una comunidad que mantiene tradiciones ancestrales de la cultura atacameña; un punto de este inmenso Salar por el que vale la pena pasar y conocer al menos una vez en la vida.

Socaire, el punto más alto del altiplano chileno

Primera iglesia de Socaire (foto por: Jean Roblero)

A 3.500 metros sobre el nivel del mar y a sólo 87 kilómetros de San Pedro de atacama –alrededor de una hora en auto particular tomando la ruta 23– se encuentra el pueblo de Socaire, localidad marcada por temperaturas que oscilan los extremos en el transcurso del día y la presencia de fuertes vientos durante la temporada invernal.

Además, al sur del pueblo es posible encontrar quebradas por las que atraviesa el canal que abastece de agua a la comunidad; se puede obtener una vista panorámica de los principales cerros y volcanes del Salar, y acceso a dos de las lagunas más bellas de la zona: Miscanti y Miñiques.

El pueblo cuenta con opciones económicas de alojamiento (de $5.000 a $7.000 pesos por persona aproximadamente) y cocinerías que ofrecen platos típicos de la zona como la Patasca, un guiso de maíz pelado con charqui y  papa. En el centro y en la salida sur del pueblo, se encuentran dos iglesias; una de ellas, construida de piedra canteada, es considerada como uno de los principales patrimonios históricos de la zona.

La comunidad de Socaire mantiene un gran respeto por su entorno, y hasta hoy conserva tradiciones de la cultura atacameña, como la limpia de canales, ceremonia en la que través de la danza y el canto del Talatur rinden tributo al agua, elemento vital para la vida, más en un lugar como el desierto que habitan.

“Todos los 24 de octubre, o cerca de esa fecha, se hace la limpia de canales, se rinde tributo al agua y a los Mallkus (cerros); todo el pueblo se organiza para agradecer las siembras, ofreciendo sus semillas al agua y los Mallkus, quienes esperan este convido”, señala Jeannette Cruz, educadora tradicional de la comunidad de Socaire.

Canal de Socaire (foto por: Daniela Durán)

El respeto y cuidado por la naturaleza son valores importantes para esta comunidad, que busca mantener viva su tradición transmitiéndola a las futuras generaciones. “No hay que dejar de lado las necesidades que tiene la naturaleza; el agua, la tierra y el cielo son sumamente importantes, sin ellos no tendríamos vida; por eso no hay que dejar nunca de agradecerles”, agrega Jeannette.

Lagunas Miscanti y Miñiques

A 28 kilómetros al sur de Socaire, rodeadas por el cerro y volcán del mismo nombre, se encuentran las lagunas Miscanti y Miñiques, pertenecientes a la Reserva Nacional Los Flamencos, lugar que actualmente es administrado por la Comunidad Indígena Atacameña de Socaire y la Corporación Nacional Forestal.

Flamencos, patos juarjual y jergón, o la gaviota andina, son algunas de las aves que conforman la fauna del lugar; además de mamíferos como la vicuña, la vizcacha y el zorro culpeo, especies que llenan de vida este oasis ubicado a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.

El magnífico contraste de colores que ofrece el azul cristalino de las lagunas con la gama de colores tierra de los cerros y volcanes es un deleite a la vista; es un paisaje tan imponente que se vuelve difícil – y casi imposible – retratar con palabras. Hay que estar en el lugar y simplemente dejarse maravillar por tan hermoso regalo que nos ofrece la naturaleza.

Laguna Miscanti (foto por: Daniela Durán)

El valor de acceso a las lagunas es de $ 2.500 para adultos; $ 500 niños;  estudiantes y adulto mayor $ 1.500.

Además del importante legado ancestral que esta comunidad busca mantener, Socaire es un lugar que nos permite desconectarnos por un rato del agitado ritmo de vida de las urbes y volver a conectarnos con la naturaleza, observando desde el punto más alto del Salar sus infinitos encantos. Un paisaje imperdible para estas vacaciones.