Sexo, misterio y rock and roll: El concierto de Sádica que repletó el Teatro Pedro de la Barra

Por Guido Rojas Olave.

En el marco del aniversario del mítico Teatro Pedro de la Barra que aborda las esquinas entre Condell y Baquedano, la noche comienza a caer en Antofagasta. No conocía el lugar, me imaginaba un teatro subterráneo lleno de poesía, de historia local. Y no me defraudé. En las afueras se anunciaba el gran lanzamiento del disco “Orgasmo” de la banda Sádica, junto a la obertura del show a cargo de Lo Absurdo. A estos últimos ya los había escuchado gracias a que tocaron alguna vez en la Universidad Católica del Norte.

Apenas entré a la sala tras recorrer el inmenso pasillo lleno de cuadros y páginas de diarios que se conservan dentro del recinto dimensioné lo pequeño que era el escenario al igual que la sala. Recordé toda mi enseñanza media, mi grupo de amigos y yo, tirando cables de aquí para allá, cometiendo los errores que nunca una banda debería cometer jamás: afinar las cuerdas sin haber silenciado el bajo o la guitarra; hablar o putear al compañero con el micrófono abierto. Cosas que solían pasar y que hoy son nada más que anécdotas.

Mientras las recordaba, las luces comenzaron a bajar. La batería comenzaba a demolerse al compás de un riff cargado en la guitarra. Lo Absurdo comenzaba a rugir en la sala del Teatro. Un hard rock que a ratos me recordaba bandas como Alice in Chains o Led Zepellin bastante potente con temas como: “Mi realidad”, “Cada vez más”; “Déjame volar”, mi cabeza comenzó a agitarse rápidamente cada vez que la potencia aumentaba al pasar de los minutos. Cuando empiezas a dedicarte de algún modo a la música, tus primeros fans son tus padres, y justamente los padres de los muchachos de Lo Absurdo estaban en primera fila rockeando de lo más lindo.

Su puesta en escena fue de verdaderos rockstar. De esas bandas a fines de los 70’s o 80’s como Iron Maiden. A ratos una mezcla de técnicas entre el slap del bajo, el doble pedal de la batería y el tapping en la guitarra. Un show de 45 minutos que culminó con “El templo de lo absurdo”. Un tema que, a simple vista, nos hace ruido en la cabeza, pero no es un buen título para una canción. Sin embargo, fue un golpe de nocaut. Un remate digno de una buena banda de rock.

Tras culminar el show, Juan Rivera, uno de sus integrantes agradecía la invitación a sus colegas músicos, recalcando que “todo el espectáculo había sido gestionado por ellos mismos y los chicos de Sádica, no hubo ningún tipo de acuerdo económico, es decir, ningún tipo de arriendo de amplificación, montaje, etcétera.” Se trata de un concepto que siempre resulta ser un dolor de cabeza, pero a la vez el santo remedio de todas las bandas emergentes: La Autogestión.

Tras un “break” salí a tomar un café a las afueras del teatro. Las demás personas fumaban cigarro, al otro costado estaba por comenzar una fiesta llena de buen vino tinto y otros brebajes. Al fondo veía el clandestino barrio rojo de la ciudad. Recordaba esos videoclips de las bandas de hard/glam rock como Guns N’ Roses; Poison; Kiss; Mötley Crue o Aerosmith, donde salían rodeados de mujeres.

Al volver a la sala, venía el broche de oro: Sádica. Una banda totalmente desconocida para mí, quienes presentaban su primer disco tras tres años de largo y arduo trabajo, “Orgasmo”. Parece una humorada, pero el nombre de éste le viene perfecto, incluso se podría decir que existe una mezcla entre la lujuria, la oscuridad e incluso la muerte, como conceptos que definen este disco de diez canciones totalmente producido por la banda. Sin duda, más que un simple material o registro de una banda, es el reflejo de todo el trabajo que hay detrás del largo proceso que significa crear.

El sonido de la noche y los truenos rápidamente comenzaron a sentirse mientras las luces se apagaban. Los músicos salían imponentes al escenario mientras su vocalista Sandy D’ se robaba las miradas con su dominio escénico al compás de la canción “Orgasmo”. Esta tiene tintes de sensualidad que recuerdan a las canciones más oscuras de Soda Stereo o La Ley. Un teclado que te hipnotiza con el ritmo lento de la batería. Erotismo sonoro con sabor a maldad es lo que definía esa atmósfera de viernes por la noche.

Una propuesta musical que te transporta a otro mundo totalmente lleno de penumbras. Tan oscura que en medio del espectáculo recordaron a uno de los más recientes vocalistas difuntos: Chris Cornell, cantando una de sus obras maestras, “Black Hole Sun”. Un clásico de Soundgarden y de manera acústica, sencillamente un deleite para los oídos.

Finalmente invitaron al escenario a Solange, una rockera intérprete del lenguaje de señas que se robó el show. Un espectáculo además inclusivo para las personas sordas que eran fanáticas de la banda y llegaron hasta el recinto. El show completo duró una hora que culminó con la más “pesada” de sus canciones: “La Espera”.

En resumidas cuentas, Sádica se muestra como una banda que vale la pena volver a escuchar. Una propuesta musical que recorre todo su cuerpo de forma perversa y malvada, hasta hacerte suspirar finalmente y desatar ese tan anhelado “orgasmo auditivo”.