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Norte Grande: con Sabella en la memoria

Fotografía extraida de: Noticias UCN

Por: Diego Villagrán

El año 1866, en la región de Antofagasta (en ese entonces territorio boliviano), una expedición liderada por José Santos Ossa descubrió, en medio de las secas planicies del desierto más árido del mundo, una veta de salitre que más tarde daría inicio a la oficina salitrera “Salar del Carmen” y a la vida del famoso “Norte Grande”.
En un mundo en guerra, el salitre (clave para generar explosivos) valió más que el oro. Las oficinas se multiplicaron, el dinero llenó los bolsillos de los terratenientes ingleses y el sol quemó las espaldas de los obreros, que vivieron y murieron escarbando las entrañas de la tierra. Mineros que vivían en los campamentos, los que eran propiedad de la minera. El sudor de su frente lo cobraban en fichas y el pan por el que cambiaban esas fichas le pertenecía a la misma oficina.

Andrés Sabella es heredero de esta historia de abuso y sacrificio, de hombres y mujeres endurecidos por el sol, el desierto y la vida. Nació en Antofagasta el año 1912, estudió en el colegio San Luis, y cursó sus estudios superiores en la Universidad de Antofagasta. Se dedicó a la poesía y al periodismo (entre otras muchas cosas), pero es en la prosa donde sus relatos cobran mayor relevancia. Es aquí donde nos detendremos a analizar su obra más importante: una novela de crónicas sobre la vida en las calicheras pampinas de finales del siglo XIX y principios del XX.

“Norte Grande” (1944) es un recopilatorio de historias que tienen como hilo conductor el norte de Chile. Sabella va plasmando los relatos de la pampa, desde la fundación de las primeras oficinas, hasta la lucha y resistencia de los obreros pampinos durante el régimen de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), cuando el comunismo, incipiente en Chile, comenzaba a llenar de conciencia de clase a los obreros del salar. La lucha proletaria está presente a través de toda la obra, lo que responde, sin duda alguna, al contexto histórico en el que fue escrita.

El autor, al igual que todos los escritores de su época o de la región, es un hijo de su época y su obra está teñida de aquello. Perteneció a la generación del 38’, donde podemos encontrar otros nombres como Fernando Alegría, Carlos Droguett, Gonzalo Drago y Volodia Teitelboim. Esta generación estaba marcada a fuego por un fuerte sentido social y “Norte Grande” encarna todo aquello, narrando los abusos de los dueños del capital, “los gringos” y la resistencia de los obreros, que encontraron en los fusiles del ejército, que juró defenderlos, la muerte.


Respecto a la estructura, el narrador nos recita un poema en prosa, lleno de personificaciones, ya que, es muy difícil, más no imposible, relatar el desierto si no es de esta forma. Las largas planicies vacías tienen como únicos personajes la tierra, las piedras, el sol, el viento y la muerte. Lo que queda demostrado en los inicios del texto:

“Pampa abierta… No es posible que nada se esconda a los ojos de la muerte. Por los suelos se ven rastros del más duro tiempo. Y en el firmamento, el sol se descompone en una furiosa carcajada llena de fuego”.

Mediante avanza el relato, se nos presentan otros personajes. Algunos históricos como Juan López (fundador de Antofagasta), John Thomas North (magnate del salitre que fue prácticamente dueño de todo el norte y, además, fundó el ferrocarril) o el fundador del Partido Comunista de Chile: Luis Emilio Recabarren, a quien dedica varias crónicas de admiración. Otros, si bien existieron, son más que nada personajes sin rostros. Una serie de estereotipos pampinos que cobran vida en el relato, como “El Enganchador”, que representa a todos esos hombres que vil y hábilmente, engañaban a los jóvenes en el sur, prometiéndoles dinero a manos llenas, pero que, al llegar, se encontraban con la vida solitaria y cruel de la pampa, y ya engañados o “enganchados”, no podían hacer nada más que trabajar y morir bajo el sol. O como “Las Cochinas”, que representaban a esas mujeres que se ganaban la vida entregando su sexo a los solitarios hombres del salitre, en una tierra tan seca como machista.

El único personaje que se repite entre crónica y crónica es Rosendo, un santiaguino artista y bohemio (al igual que Sabella) que viaja al norte para ganarse el pan y que adopta el nuevo nombre de “El 3785”, su nombre de proletario, en quien se convirtió, curtido por el trabajo duro y mal pagado, para luego recuperar su nombre de nacimiento nuevamente, gracias a la conciencia de clase.

“Norte Grande” es una obra que no dejará indiferente a nadie que haya visitado o vivido en estas tierras cafés y asoleadas. Sus colores, sus olores y sus sonidos son retratados con una belleza honesta, sin ocultar nada, por Sabella, demostrando su enorme capacidad de hacer poesía, hermoseando uno de los destinos más inhóspitos de la tierra y sacando a relucir un atractivo del que solo los que hemos presenciado un atardecer en medio de la pampa hemo sido testigos. “Norte Grande” es una verdadera película en papel sobre el norte y la historia de Antofagasta.