Nunca estuvimos tan solos

Karen Alfaro George

Han pasado cuatro años desde que la muerte de Daniel Zamudio – el joven homosexual asesinado por un grupo neonazi, tras ser brutalmente agredido en pleno centro de Santiago-, conmocionara al país. Hoy volvemos a escuchar su nombre, debido a que su caso inspiró “Nunca vas a estar solo”, el primer largometraje del artista nacional Alex Anwandter. El estreno en nuestro país fue hace un par de semanas, sin embargo, la cinta tuvo su debut en febrero, en el Festival Internacional de Cine de Berlín, Berlinale 2016, instancia en la que recibió el Teddy Award, premio especial a películas relacionadas a temáticas LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgéneros).

Más allá de ahondar en detalles técnicos y estilísticos de la película, lo que me interesa rescatar es su fondo. “Nunca vas a estar solo” es el retrato de una sociedad que violenta de múltiples maneras. Una sociedad que sigue cometiendo crímenes de odio, como el ocurrido con Daniel Zamudio; una sociedad que sigue replicando estereotipos respecto a cómo deben ser, comportarse o pensar los hombres y las mujeres; una sociedad que juzga y segrega la diversidad; una sociedad eternamente aspiracional, que a cualquier costo quiere alcanzar la imagen y el status que le exige el resto. Una sociedad que se aplasta entre sí por esa creencia absurda que tienen algunos de sentirse superiores, y de que su verdad es la única que vale.

La cinta también da una pincelada al sistema de salud y su eterna burocracia, que violenta a miles de ciudadanos con su falta de humanidad; al sistema económico que sigue hundiendo a tantas personas; y al ritmo de vida que cada día nos tiene más separados, corriendo cegados tras una carnada sin mirar qué y a quiénes estamos dejando de lado en nuestro recorrido.

A mi parecer, “Nunca vas a estar solo” es una cinta que logra ser más que sólo un filme inspirado en la historia de Daniel Zamudio – que es sin duda su parte más desgarradora –  y se transforma en un llamado de atención que nos muestra todas esas conductas y situaciones que muchas veces obviamos en nuestro diario vivir. Es una invitación a reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo, una muestra de que aún nos falta por avanzar; una invitación para comenzar a construir una sociedad más empática y respetuosa, y por sobre todo, a no dejarnos solos.

 

 

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