Batalla de la Concepción: con el corazón en un frasco
Por: Diego Villagán
“Cuando esta guerra no tenga más importancia que la de una fecha y un par de nombres de calles chicas, ustedes sabrán mejor que yo lo que pasará conmigo”.
Cita extraída de: Los héroes: Una novela sobre La Masacre de la Concepción, Francisco Shilling
Setenta y siete chilenos contra miles de indígenas peruanos. El nieto de uno de los libertadores de Chile, el sobrino de un ex presidente de la república y dos jóvenes de 18 y 16 años como los últimos hombres en pie. Tripas regadas, cabezas cercenadas y huesos convertidos en astillas como testimonios de la venganza terrible que los habitantes de la sierra peruana dejaron caer sobre un grupo de jóvenes chilenos. Cuatro corazones durmiendo eternamente en una catedral como símbolo de valentía, resignación y sacrificio. Eso fue “La Masacre de La Concepción”.
Ocurrió un nueve y diez de julio de 1882 en un pueblo peruano llamado La Concepción y marcó una de las derrotas más duras para el ejército chileno en la Campaña de la Sierra, durante la Guerra del Pacífico (1879-1883). En esta empresa militar el Estado chileno se propuso conquistar el resto del territorio peruano, una vez que su capital, Lima, había caído en manos nacionales tras las victorias conseguidas en la Campaña de Atacama. En dicho pueblo miles de indígenas peruanos, masacraron a un pequeño grupo de soldados chilenos, quienes resistieron combatiendo por más de 24 horas dentro de su fuerte improvisado, la iglesia del pueblo.
Ignacio Carrera Pinto (nieto de José Miguel Carrera), Julio Montt Salamanca (sobrino político del ex presidente Pedro Montt), Arturo Pérez Canto de 18 años y Luis Cruz Martínez de 16 fueron los últimos sobrevivientes de la desdichada Cuarta Compañía del Regimiento Chacabuco, resistiendo con fiereza todo un día y toda una noche una batalla que a todas luces estaba perdida antes de librarse
Esta es la historia que inspiró al escritor chileno, Francisco Schilling, a crear su primera novela titulada “Héroes: una novela sobre La Masacre de la Concepción”. En este libro el autor, quien vivió muchos años en Antofagasta (uno de los territorios conquistados por el Estado chileno en esa guerra), logra dar vida a personajes históricos que la mayoría sólo conocíamos como nombres de calles, plazas y escuelas.
Schilling, escritor, músico, profesor de lenguaje y editor, da vida a la Cuarta Compañía del Regimiento Chacabuco, con un relato brutalmente honesto, que logra humanizar la historia. A través de un lenguaje directo da carácter a un texto que deja asomar una clara visión del autor respecto a la guerra, sus consecuencias y sus sinsentidos, desmitificando la gloria que la historia oficial adjudica a estos relatos de hombres que mueren peleando por riquezas y territorios que no disfrutarán y nunca habitarán.
En ese sentido, Cruz Martínez es la encarnación de aquello, siendo su historia y sus pensamientos los representantes de esta visión crítica respecto a los conflictos bélicos. A través de su diario y sus pensamientos, se puede observar como representa la voz de esos miles de soldados que, inspirados por el sacrificio de Prat en Iquique, se enlistaron en una guerra de la que poco y nada entendían. Jóvenes que ni siquiera habían terminado su educación, no se habían emborrachado aún, ni habían estado con una mujer y que tuvieron que madurar entre la peste de miles de cadáveres de amigos y de enemigos. Desilusionados, cansados y destrozados por una guerra que terminó asegurando el control inglés en la producción de salitre, a través del Estado chileno.
También hay otros personajes que representan otras visiones del conflicto bélico. Por una parte, está Carrera Pinto, nieto del libertador de la patria José Miguel Carrera y que, preso de esta carga histórica de gloria sobre sus hombros, representa al oficial abandonado por su ejército que, aun cuando sabe y teme una muerte segura, sigue marchando firme, intentando que el cumplimiento de las órdenes silencie el terror de caminar directo al matadero y que la gloria propia calle el estruendoso recuerdo de su abuelo.
Pérez Canto es el soldado clásico. Ese que solo necesita “pelear, dormir, cagar y vivir lo más que pueda”, como relata Schilling. No se cuestiona mucho porque está en esas circunstancias y solo se limita a hacer lo necesario para sobrevivir. Mientras que Montt Salamanca encarna a quien, presa de sus circunstancias, decide enfrentar con valentía y dignidad el inevitable destino. Se configura así un complejo entramado de personalidades que dan vida a estos nombres de calles, al tiempo que dejan ver la interesante cosmovisión del autor sobre la guerra.
Pero, no solo sobre soldados chilenos escribe el autor. En el relato también podemos encontrar a los habitantes de La Concepción y a los hombres que planificaron y perpetraron la masacre. Schilling también ofrece una visión crítica respecto al ejército enemigo, graficando no solo su visión, sino que también las razones que los llevaron a masacrar con una furia implacable a los invasores. Demostrando así que no importa la nacionalidad, hay cosas que trascienden nuestras fronteras y son intrínsecas de cualquier ser humano, entregando de esta forma mayor profundidad al texto.
En lo personal creo que el contar cómo se fue configurando la arremetida del ejército de resistencia peruana en La Sierra Central, solo le aporta a la trama, generando una atmósfera de tensión constante que el lector puede percibir todo el tiempo y que se potencia con la excelente capacidad del escritor para describir sensaciones.
Al leer “Héroes: Una Novela Sobre la Masacre de La Concepción”, uno sabe todo el tiempo el destino trágico que le espera a sus protagonistas, sin embargo, eso no le quita emoción al relato en ningún momento. Creo que esto es lo más valioso del libro, a pesar de que uno conoce el final, la forma en la que está contado permite sorprenderse y al mismo tiempo admirar la valentía de esos setenta y siete chilenos que, abandonados por su propio ejército, decidieron morir peleando en vez de ser fusilados sin tener la oportunidad siquiera de llevarse a algunos de sus verdugos consigo. Schilling solo le quita la gloria a la historia oficial y al ejército chileno para entregarla toda a los héroes de La Concepción.
Fotografía extraída de: Memoria Chilena