“El ladrón de voces”: obra psicomágica para olvidar

Por Constanza Ulloa.

Un hoyo en el desierto, una paloma blanca, una jaula y actores rodeando el hoyo gritando frenéticamente conforman un acto psicomágico, de esos del tocopillano Alejandro Jodorowsky. Pero me pregunto, ¿Bastará para sanar las heridas que dejó la dictadura militar?

Durante los años de dictadura, en Chile desaparecieron miles de personas a lo largo del país. La obra “El ladrón de voces” de la Compañía de Teatro “La Favorecedora”, basada en el texto homónimo de Alejandro Jodorowsky, narra los desesperantes días de una madre y su hijo lidiando con la pérdida de un padre.

La mujer perdió su voz a causa de esto y su hijo comienza una búsqueda, con un cierto toque de frenesí, por alguna voz que logre expresar los sentimientos que su madre necesita liberar. Viven en una realidad algo distorsionada, más bien, el momento histórico que estaba experimentando el país con los cambios que traía consigo el “gobierno” militar hizo que la percepción de la realidad fuera de esta forma.

El montaje de la Compañía Teatral “La Favorecedora” converge todo lo que el brevísimo texto de Jodorowsky quiere aludir. Arlette Ibarria dirige el reducido elenco de actores que llevan a cabo la puesta en escena, y también actúa magistralmente en el papel de la mujer que pierde a su esposo y asimismo la voz. La música e imágenes confluyen de forma sutil y se incorporan a la obra casi inadvertidamente.

La pieza teatral tiene unos tintes mágicos y surrealistas (imprescindibles en el arte de Jodorowsky). Empezando con que la historia transcurre en un espacio onírico. La utilización de máscaras, con expresiones exageradas, para representar a las personas cuyas voces son arrebatadas por el niño huacho que quiere devolverle la voz a su madre. La proyección en una sábana de imágenes del desierto en donde aparecen estos personajes deambulando como quien fuera un empampado en el vasto tierral que pareciera nunca acabar.

La obra termina con un acto de psicomagia para intentar sanar las profundas heridas provocadas por la dictadura. La experiencia psicomágica fue grabada y realizada en el desierto de Atacama, considerado como un lugar mágico lleno de misticismo. Consistía en que los actores cavaron un hoyo en donde pusieron una paloma blanca en una jaula, en ese punto de la grabación ya creía que iban a matar a la paloma (no esperaría menos de Jodorowsky), pero no; purgaron para luego liberar a la paloma y tapar el hoyo. La psicomagia plantea curar el espíritu mediante actos.

Alejandro Jodorowsky termina el texto “El ladrón de voces” con una frase bastante simple pero que sintetiza perfectamente es state of mind de las personas víctimas de la dictadura: “Mi madre se despertó con una sonrisa de niña, limpió la casa, hizo de comer, jugó a las muñecas y habló y habló y habló alegremente durante años. Nunca se dio cuenta de que yo estaba mudo.”