La mujer detrás de la investigación: una conversación con la académica UCN, Dra. Paulina Salinas
A pesar de ser una reconocida académica de la UCN, su vida y su historia parecen ser un misterio.
Por Pablo Luciano
Era una tarde otoñal antofagastina como cualquier otra, el cielo se encontraba atestado de grises nubes y el frío viento nortino soplaba raudo por las permanentemente caóticas calles de la ciudad. Mientras los vendavales corrían frenéticamente por los contornos de Antofagasta, la destacada académica UCN, Dra. Paulina Salinas Meruane lo hacía por su oficina y por el pasillo de la Escuela de Periodismo.
Basta con dar un paso para comprender cómo es su espacio de trabajo, dos grandes libreros albergan un centenar de textos académicos e investigativos, especialmente de las Ciencias Sociales, la comunicación, de género y feminismo, aunque ella prefiere leer novelas tranquilamente en su hogar, tiene una especial fascinación por las autoras mujeres.
En la ventana reposaban algunos reconocimientos a su trabajo, algunos cuadros con fotos de su familia y una anticuada radio con la que disfruta escuchando clásicos hispanos.
Las tazas de té caliente se acomodan en el escritorio y se sienta a conversar, Paulina Salinas Meruane no es un personaje furtivo de ninguna manera, pero un aura de misterio rodea a la mujer detrás de la investigadora. Ella no podía contener la emoción de estar siendo entrevistada de esta forma, miró y con voz de madre dijo que conversáramos.
¿Quién es Paulina Salinas?
¿Te puedo contestar desde cualquier dimensión?
Desde cualquier dimensión, idealmente sincera
Claro (ríe) Claro. ¿Quién es Paulina Salinas? Mujer, 57 años, nací en Santiago, crecí en Valparaíso y viví en la quinta región, Valparaíso, Viña fueron mis entornos y Santiago también. En esas tres ciudades crecí y han sido una impronta muy importante en mi vida, mi lugar de nacimiento, crecimiento.
Eso es quien soy digamos, todo lo demás en mi vida puede desaparecer pero no va a desaparecer que soy mujer ¿me entiendes? (ríe), entonces eso es lo que me define.
¿Por qué se vino a Antofagasta?
Yo me vine a Antofagasta no por motivación propia, me vine por razones familiares, mi papá tenía una empresa que quebró en los años 80, entonces nos tuvimos que venir y adaptarnos a la vida en Antofagasta. Fue algo totalmente… Yo diría una ruptura, una ruptura en mi vida que significó un cambio absoluto..
¿En qué año fue eso?
Eso fue en el ‘84 cuando había quedado en la universidad para estudiar. Estudié en Los Padres Franceses en Valparaíso, opté en 3° y 4° medio por el área de letras. Toda la vida me gustaron las letras, no tenía ninguna duda, la carrera no lo tenía muy claro, postulé a la Católica en Valparaíso y quedé allá, pero se produjo esto de que mi papá quebró y no hubo ninguna posibilidad de que me fuera a estudiar porque no teníamos recursos para poder financiar eso.
Así que me vengo a Antofagasta, mis papás ya se habían venido un año antes y perdí la postulación, el sistema era bastante más rígido que las alternativas que hay ahora y tuve que esperar otro año para volver a postular a la universidad.
¿Qué hizo entonces?
Ese año me puse a trabajar acá en Antofagasta a los 18 años, salió un avisó en el diario que necesitaban telefonistas en la Compañía de Teléfonos de Chile en ese entonces. Trabajé un año como operadora telefónica fíjate, y era un espacio laboral bastante bueno, una empresa bastante estable y de hecho, mis compañeras que éramos un grupo como de 12 mujeres todas jóvenes, la mayoría se quedó allí trabajando, pero yo estaba con la idea de que quería estudiar, o sea no me cabía en la cabeza no ir a la universidad.
Iba a hacer los turnos a la compañía de teléfonos y en la noche venía a un preuniversitario aquí a la UCN. Había un preuniversitario que dependía de la federación de estudiantes, mucha gente venía y ahí empecé mi primera andanza en la universidad, empecé a conocer gente y conocer otros chicos y a mirar, por supuesto es una edad donde uno anda mirando al sexo opuesto con mucho interés (ríe), así que fue un espacio súper bueno, hacer conocidos, los primeros amigos los tuve en el contexto del preuniversitario te fijas.
El 84’ me preparé para dar la prueba otra vez, la di mirando qué podía hacer acá en Antofagasta, todo se había reducido tanto, las carreras habían cerrado, a mucha gente la habían exonerado. Yo no tenía ninguna posibilidad de ir a estudiar a ningún otro lado. Ninguna.
¿Por un tema económico?
Familiar. A mi mamá no la podía dejar, a mi papá tampoco, tengo un hermano mayor de un año y una hermana más chica, éramos los cinco acá, entonces en el fondo no era que yo me podía ir, no estaban las condiciones desde ninguna perspectiva para poder hacer eso. No soy de las personas que se quedan sentadas llorando por lo mal que le va, no.
Me duró lo que me duró, Antofagasta era más precaria de lo que es ahora, no había paseo del mar, era rudimentario, yo miraba hacia los cerros y lo encontraba horroroso, creo que más de una vez lloré caminando por el terreno “ay qué feo esto”, me duró lo que me tuvo que durar y ya, no me quedé pegada, no tengo el espíritu de quedarme lamiéndome las heridas.
¿Y entró a estudiar?
Postulé a la universidad, no había mucho en las áreas sociales, estaba toda la pedagogía cerrada, no había Sociología, Periodismo estaba cerrado, no quedaba nada. Lo único que había era Trabajo Social en la Universidad de Antofagasta, yo decía entre eso o nada, eso, así que ingresé a Trabajo Social
Y ahí empezó un cambio absoluto, entrar a la universidad fue un antes y un después, estaba muy contenta, fue súper buena la experiencia en la universidad, mi paso por la Universidad de Antofagasta fue excelente, conocí mucha gente, muchos amigos.
Y al final del segundo año, me fui a trabajar a San Pedro de Atacama a hacer una práctica, a trabajar en el municipio y aplicar encuestas. San Pedro no era lo que es hoy día, era un pueblo atacameño, y ahí partí haciendo encuestas puerta a puerta y eso me empezó a gustar porque me gustó conocer a la gente, entrar a las casas.
Me encantó estar en San Pedro, me encantó, la gente, la dinámica, el pueblo, me gustó todo. Y en ese año, conocí a quien es mi esposo hoy en día, Gabriel González (académico UCN). Imagínate, tenía 20 años, y él tenía 24, él también estaba haciendo un trabajo de estudiar Geología en San Pedro.
Me quedé hasta casi finales de febrero y después estaba con Gabriel, ahí hubo un cambio bien importante, un antes y un después en términos de los estudios, porque era súper estudioso, y yo me estaba acostumbrando a un chico así. Él estudiaba mucho, eso significó que me puse a estudiar un poco más y me empezó a gustar más la carrera, porque antes como que no me gustaba, ¿te fijas?
¿Y qué hizo luego de eso?
Con Gabriel tempranamente empezamos a pensar en irnos a estudiar al extranjero. Nosotros ideamos eso de irnos a estudiar y empezamos a trabajar por ese objetivo, terminamos la carrera a fines del 90. Yo terminé la carrera en marzo y en mayo nos estábamos casando.
En mi subconsciente, yo quería ser mamá a los 25 años, imagínate, pero en ese entonces ni me mosqueaba por eso, no me causaba miedo, pensaba “que es lindo tener hijos”, con una inocencia absoluta, sin tener la más mínima idea lo que eso significaba.
Él tampoco lo pensaba mucho, cuando yo terminé [la carrera universitaria] le dije a Gabriel ¿nos vamos a casar o no? Y nos casamos. Rápidamente yo dije “oye, llevamos como 8 meses casados y quiero tener un hijo”, me dijo bueno, y al mes estaba embarazada y feliz como una perdiz.
¿Y qué pasó con lo de estudiar en el extranjero?
Ya estábamos casi con la beca en la mano, mi idea era irme a Alemania con un hijo, tuvimos a Felipe y, con Gabriel apechugamos. [Él] trabajaba acá en la UCN y había un convenio que tenía el departamento de Geología con la Universidad de Berlín. Hoy en día pienso, si tuviera otra vez la oportunidad de ir, iría a un país con habla inglesa. En realidad, el alemán, no es algo que sea útil hoy día en el lenguaje científico.
Pero bueno, en ese minuto era lo que había y era una oportunidad que tomamos, nos fuimos a Alemania y ahí nos quedamos casi 5 años. Estábamos casi recién casados con un hijo. Gabriel se fue antes, después me tuve que ir sola con Felipe en avión, te juro que era como Carmelita llegando a la ciudad. Todo era nuevo, del idioma no entendía nada, pero yo creo que no dimensionaba los obstáculos, nunca pensé que me iba a ser difícil.
¿Y qué tal fue su experiencia en Alemania?
Fue fundamental, porque yo he aprendido que ante la adversidad es cuando uno se pone a prueba, estás pasando de tu zona de confort y ahí hay que arremeter. El idioma es un obstáculo tremendo, pero pasé la barrera pensando que se puede y sin vergüenza fíjate, sabía que hablaba mal, pero no me quedé esperando hablar bien, necesitaba comunicarme, tenía que resolver cosas con Felipe, si me ponía a esperar a hablar bien no lograba nada. Yo creo que esa necesidad me hizo salir a la calle, empezar a hablar.
Estuve como un año y medio estudiando alemán en la noche, Gabriel llegaba de la universidad y yo me iba, hicimos un trabajo de partner, lo hemos hecho toda la vida. Gabriel asumió un rol súper activo con Felipe, después con el Pablo, que nació mucho después mi segundo hijo, Pero Gabriel siempre se hizo cargo de Felipe, entonces no hubo tensión en eso, hemos desarrollado la carrera académica de ese modo, siempre uno apoyando al otro, ayudándonos.
¿Y cuándo comienza su carrera como académica?
Como en el tercer año de la universidad empecé a mirar a mis profesoras y quería ser como ellas, yo quería ser académica, veía sus oficinas, veía el trabajo que hacían y eso es lo que a mí me gustaba, no tenía idea de qué se trataba, pero yo quería estar en la universidad.
Y con todas mis patas me fui un día al Instituto Santos Ossa porque ahí era directora de la Escuela de Trabajo Social una profesora que yo había tenido en la UA, la Lucy Casali, le dije que yo quería trabajar ahí y me dieron unas horas, me dieron como 4 horas.
Cuando volvimos [de Alemania] yo trabajé 10 años en [el Instituto] (José Santos) Ossa hasta que la Universidad del Mar la compra y bueno, después desaparece. En la Ossa también tenía unas condiciones laborales que para mí eran óptimas, tenía flexibilidad laboral y después nació Pablo, y en la Ossa yo trabajaba jornada completa, pero me permitían ir solamente media jornada presencial, podía trabajar en la casa y eso me facilitó a mi estar con el Pablo hasta los 6 años entonces, para mí eso era como que tuviera el sueldo más grande del mundo.
¿Y por qué quedarse en Antofagasta?
Fue el trabajo, la UCN, para que tú lo sepas, es un muy buen empleador, es un trabajo estable que nos ha permitido crecer, y aquí lo hablo en plural porque a Gabriel también le ha pasado lo mismo.
Yo entré mucho después a la UCN, trabajé primero en la Ossa y teníamos un programa de estudios de la mujer, después de género y teníamos un grupo súper unido. Ahí estaba una colega que trabajamos juntas acá, con la académica Jimena Silva de la Escuela de Psicología veníamos trabajando en la Ossa.
Era un espacio de mucha libertad, de mucho desarrollo entonces a mí la academia me fascinaba te puedo decir que yo era como un pez en el agua porque partí muy joven en la academia, entonces para mí fue siempre algo que se me dio natural, me empecé a meter en cargos de gestión en actividades más allá de la docencia e investigación, entonces me dolió mucho cuando la [Universidad del] Mar compra la universidad, fue un golpe duro eso.
Y fuera de la academia, ¿Qué le gusta?
Me gustan las amigas, me encanta estar con amigas. No tengo tantas amigas en cantidad, tengo pocas pero buenas, y les doy tiempo a mis amigas de juntarme a tomar café una vez a la semana por lo menos. En Santiago también tengo amigas entonces, cuando voy a Santiago me junto con las de allá, pero tengo amigas de data larga, de muchos años. Hemos ido creciendo juntas, tengo un grupo de siete amigas del colegio que nos juntamos y es fantástico, maravilloso, el café con amigas también es un panorama imperdible.
¿Y la música le gusta?
Todo lo hago con música, a mi casa llego y lo primero que hago es prender la radio, toda la vida siempre estoy con música, aquí escucho habitualmente radio Antofagasta, cuando hablan mucho, pongo música clásica de fondo, cuando trabajo escucho piano, algo así, pero cuando estoy haciendo cosas domésticas escucho radio Imagina.
Los clásicos, los guitarreados, la vida sin música no es contundente, no es posible. En el auto escucho música, en el teléfono, cuando viajo a Santiago no duermo sin música. Me encanta la música de los 80, Los Enanitos Verdes, Soda Stereo, esa música la encuentro fantástica pero me gustan también los italianos todos, pero antiguas.
Me gusta Santana, me gusta Alejandro Sanz, Pablo Alborán me fascina. Además que fíjate que con Gabriel siempre viajamos mucho, siempre con los niños, nosotros cada vez que había feriado, viaje, por tierra a San Pedro de Atacama, A Iquique, al interior de Arica y en el verano nos íbamos en pique hasta el extremo sur, recorrimos toda Argentina, entonces todos esos viajes eran con música.
Me encanta la actividad física, creo que no podría estar como acá trabajo si no hiciera actividad física o sea, no es posible, andaría todo el día cansada, es la actividad física la que me revitaliza, me crea toda la energía.
Estoy feliz con la edad que tengo, no ando pensando en querer ser más joven para nada. Tampoco quiero ser más vieja, pero estoy bien como estoy, me gusta la etapa en que estoy, siempre he sentido como que estoy en el mejor momento siempre, ¿sabes? Es mi mejor momento, cuando estaba con los niños chicos estaba feliz también, lo disfruté
Yo pensé que eso me ha ido pasando, pero no se me pasa, yo creo que tiene que ver con eso, con la vitalidad con que te ves, se me debe de notar, energéticamente yo creo que se nota, no ando así como detenida por la vida, no.
Los estudiantes siempre me ven así, o sea siempre los estoy moviendo, hasta a los más aletargados los despierto, que se activen,eso siempre hago y llegan así, me gusta, que los chicos se muevan y pues digo, me gusta mucho trabajar con los jóvenes, con ustedes, me encantan, no me gustaría estar llena de clases, sí me gusta porque hago pocas clases, grupos pequeños, disfruto mucho el contacto con los estudiantes, el contacto personal en el aula me encanta, lo paso bien.
La conversación termina y Paulina parece estar tanto o más energética que antes, contenta de poder compartir una conversación con quien fue su estudiante. Su trabajo no ha terminado, probablemente no termine nunca, pero a ella no parece importarle, no se queda quieta por nada y es difícil imaginar que comenzará a hacerlo ahora.
¿Son 57 años suficientes para contar una vida? No conocemos la respuesta, pero uno infiere que una hora no es suficiente para conocer una vida por completo. Aún queda mucho por conocer de la Dra. Salinas, una gran académica e investigadora, fanática de la música, la actividad física y la jardinería, madre, errante, y, por sobre todo, mujer.