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Femicida en la escena: no era el sistema, era tu amigo

Columna y fotografía: Valeria Ríos

Paulina Garrote Picón (36), trabajadora social y madre de dos niños, fue asesinada el día de su cumpleaños por su pareja, Gerardo Astorga Alcayaga, exintegrante de X-Seres. Tras el crimen, el femicida se encontraba prófugo mientras anunciaba a sus amigos y familia en Facebook: “hice algo terrible”. Este hecho estremeció a la comunidad, que realizó una velatón en la Plaza Los Gatos tras la noticia. Sin embargo pareció no importarle a la escena punk, que tuvo entre sus pares a un femicida.
“Con profundo dolor en el alma, como banda Xseres queremos informar sobre un hecho gravísimo y absolutamente repudiable: un ex integrante y amigo, Gerardo Astorga, se ha convertido en un femicida”, refirió la banda en un comunicado a la situación. En la misiva, anunciaron que cortarían toda relación con el músico, de manera definitiva, y condenaron cualquier tipo de violencia de género; reafirmaron, además, su compromiso con la familia.

La banda hizo también un llamado a entregar cualquier información que ayude a dar con el paradero de Astorga. Finalizaron diciendo: “que se haga justicia. Ninguna menos”.

Son contadas las veces que en Antofagasta una banda -masculina- se manifiesta abiertamente en contra de la violencia de género. En la práctica, muchas agrupaciones dan espacio a este tipo de perfiles masculinos violentos, abusivos o misóginos, normalizando estas conductas.
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¿Dónde empieza la violencia de género y quienes la perpetúan?

Este femicidio debería ser un punto de inflexión para la escena musical Antofagastina, no basta con esperar a que ocurra la forma más terrible de violencia hacia la mujer para condenar las actitudes machistas de los artistas. Hace una década atrás la escena punk de la ciudad contaba con una fuerte participación de artistas femeninas. Músicas, fotógrafas, ilustradoras, fanzineras, eran parte del paisaje común de las tocatas. La constante presencia de masculinidades tóxicas y el uso descontrolado de drogas ha mermado esa diversidad artística y muchas se han alejado o migrado de la ciudad por estos motivos.

Hoy Antofagasta carece de espacios culturales, algunos que fueron icónicos, como las tocatas en el museo regional, han desaparecido. Ante esta problemática, el Skatepark Pablo Neruda y la Plaza Nicolás Tirado se han convertido en el lugar predilecto para la realización de las tokatas punk. Sin embargo ya no tienen la misma diversidad artística. Además vecinos, autoridades comunales, deportistas skaters y escuelas de patinaje han denunciado un mal uso del espacio, suciedad y olor a orín después de cada evento.

Mientras tanto, en otras ciudades, como Santiago o Valparaíso, han generado una contracultura organizada y consciente. Las bandas no solo tocan, también levantan colectas de alimentos no perecibles y comida para los perros callejeros. Las tocatas se transforman en un lugar para disfrutar no solo de la música, sino que un espacio de resistencia y lucha colectiva.

¿De qué sirve gritar contra el sistema, si callamos ante la violencia de género?

El femicidio de Paulina no es un hecho aislado, ni puede tratarse como una “tragedia puntual”. Es parte de una cadena de violencia que se reproduce en todos los espacios si no se cuestionan sus estructuras. La música, la cultura y los discursos contraculturales no pueden seguir ignorando la violencia de género.

No podemos gritar contra el sistema mientras aplaudimos a los agresores en el escenario, no podemos exigir justicia sólo cuando ocurre lo irreparable. El punk no puede seguir siendo refugio para varones resentidos con el sistema, pero cómodos con sus privilegios.

Que no sea demasiado tarde para entenderlo.