Feel like a gamer

Por: Javier Andrónico.

Cansado de nunca jugar Play con mis compañeros, de siempre estar mirando y de vez en cuando ser objeto de burla por no saber de consolas, decidí convertirme en un gamer, en palabras sencillas, en un adicto a los juegos. Fue sólo una semana, donde conocí gente, obtuve datos sobre ese “diferente” mundo, pero por sobre todo gané experiencias, quizás sencillas o intrascendentales, pero experiencias de vida al fin y al cabo. Todavía sigo siendo pésimo para los juegos, pero soy un cinco por ciento menos que antes.

“¿Me dijiste el FIFA 2012 o el PES 2012?” –Eeeh…el FIFA…es mejor, respondí con un tono de voz tan inseguro y tan de no saber qué estar haciendo ahí, que Antonio –o el Toño como le dicen- dueño del local Zona de Juegos del Caracol, es probable que se haya dado cuenta que yo no tenía idea de juegos ni consolas…que era un mundo casi totalmente nuevo para mí, y recalco, casi totalmente nuevo.

La verdad es que a pesar de ser de la generación “gamer”, o sea, los que nacimos con Súper Nintendo, Nintendo 64, Play Station…y muchas más consolas de bolsillo como el Game Boy, yo nunca formé parte de ese mundo, de esa generación. Tampoco pretendo dármelas de intelectual diciendo que desde niño en vez de consolas me regalaban libros…no, no era así. Sólo que por alguna razón mis padres nunca me compraron esos juegos, a excepción de dos: Game Boy Color -consola que todavía conservo y que está en excelente estado porque jugué muy poco- y la famosísima Play Station 2 Slim, o sea, la versión flaquita.

Desde hace varios meses –o quizás más de un año- me di cuenta que varios amigos y compañeros de universidad tenían una fijación, adicción, o fanatismo por las consolas de juegos. Algunos por las más modernas como el PlayStation 3, Nintendo DS…otros por consolas más antiguas, ahora llamadas “de culto”, como lo son el Nintendo 64 o el Súper Nintendo. Siempre estaban hablando de qué juego estaba por salir, de cómo eran las gráficas, de qué página se puede descargar gratuitamente y así evitar gastar alrededor de 30 mil pesos, que es lo que cuesta aproximadamente un juego recién estrenado. Por lo tanto, en los momentos cuando mis amigos conversaban de juegos, yo me quedaba poker face y sin emitir casi ninguna opinión, ya que no conozco mucho el mundo gamer. Por ende, me limitaba a sonreír y hacer preguntas –muchas veces obvias- del juego, la consola o de lo que estuvieran hablando. Tema aparte son los juegos online, esos sí que no tengo idea de nada. Sólo sé que hay algunos donde –aparte de registrarse- hay que comprar una cuenta, que cuesta alrededor de 15 mil pesos, para recién poder jugar, algo así. Pero volvamos al tema.

Por lo tanto, y para no quedarme más poker face cuando mis amigos conversan de juegos o para no tocar guitarra cuando otros juegan Xbox 360, me propuse ser gamer por una semana. Meterme al mundo de las consolas, las graficas, los mandos (con cables y sin cables), las memory card y todo lo que rodea o envuelve a un gamer. En un primer momento no pensé cómo sería este “mundo” y en segundo momento tampoco…sólo me dije ‘ya Javier, vas a ir todas las tardes a jugar un rato al Caracol’. Dicho y hecho, eso hice.

Chile v/s Rusia.

La ida

Es una tarde de lunes, son casi las seis. Hoy no tuve clases y el sol se esconde detrás de las grises nubes de un triste cielo antofagastino. Veo por la ventana de mi pieza y me preparo para bajar al centro a jugar al Caracol. No tengo idea qué juego ni qué consola. Voy solo y además no conozco a nadie allí.

Bajé las escaleras del centro comercial. Estaba ahí, en medio de sangrientas peleas de personajes que en mi vida había visto, otros jugando Medalla de Honor (para mí el típico juego militar donde se enaltece la imagen de Estados Unidos), y la mayoría jugando fútbol, ya sea alguno de los FIFA o Pro Evolution Soccer (PES). Entré a Zona de Juegos a decirle al –hasta ese momento desconocido- dueño del local, Antonio Valdivia, que quería jugar. No pude. Me dio miedo. Más que nada porque iba solo y no tenía compañero, por lo tanto tendría que jugar con alguien que estuviera allí y que muy probablemente me hubiese humillado. Me fui del Caracol, insultándome a mí mismo por la poca valentía y por no haber sido capaz de decirle al dueño que quería jugar.

A pesar de que fue una tarde perdida -porque no jugué ni conversé con nadie- me sirvió para observar y sacar varias conclusiones de ese lugar y de las personas que allí juegan. Son 398 conclusiones muy importantes para entender este reportaje, que las resumí en cinco:

  1. Los juegos (valga la redundancia) más jugados son los de fútbol. Ganan por lejos. Sólo lo sigue el Grand Theft Auto (GTA). Éste trata básicamente de unos ladrones que roban autos y golpean a transeúntes. Nunca lo entendí.
  2. Los tipos que juegan no están el mínimo de tiempo (media hora) sino una hora.
  3. De los diez televisores LCD de 42 pulgadas que hay, nunca vi todos funcionando. Al parecer hay uno malo. Me baso solamente en que nunca lo vi encendido.
  4. Quizás suene discriminador o clasista, pero los que más juegan los FIFA son los hip-hoperos…en palabras sencillas: los flaites –y pueden pasar largas horas allí-.
  5. Pensaba que la media hora costaba 500 pesos. En realidad cuesta 800 y la hora completa 1500. Esto no es una conclusión, pero si no la hubiese puesto la lista hubiera muy corta.
Mis dedos se descoordinan con tantos botones.

 Día dos

Al día siguiente volví a ir. Pero esta vez con un compañero de curso. Fuimos casi a las 13 horas, por lo tanto había menos gente. Yo, sin saber mucho de juegos, le dije al Carlos. –Ya po, ¿cuál jugamos? Su respuesta fue inmediata y justo era la que no quería escuchar. –FIFA 2012, pa’ jugar con el Real (Madrid), fue su sentencia. Me limité de decir “okey”. Vuelvo a recalcar. Mis conocimientos de juegos son bastante pobres y limitados. Mi universo gamer sólo se compone de un par de juegos de mi Game Boy Color (que ninguno logré dar vuelta), el Need for Speed Hot Pursuit de 1998 (lo jugaba en mi primer computador) y los Age of Empires (para mí, los mejores juegos de la historia. Debajo del Tetris y el Pacman, por supuesto).

Empezamos a jugar. Primero entre países. Yo fui por Rusia y el Carlos por Chile. Extrañamente ese partido terminamos empatados a cero. El Carlos se excusó diciendo que “soy mejor en Play 3, no en Xbox”. Partido dos, liga española. Carlos escogió su equipo favorito, el Real Madrid y todas sus figuras y yo, para no ser tan estándar como todos eligiendo al Barcelona, escogí al Rayo Vallecano. Equipo pequeño pero que subió hace poco desde la segunda división.

El árbitro digital hace sonar su silbato digital y empieza el partido. Carlos ataca raudo, yo me defiendo apretando todos los botones, sin saber mucho cuál hace qué. Luego ataco yo, desgraciadamente me cuesta pasar de la mitad de cancha. Punto a favor mío: los jugadores del Rayo Vallecano corren más rápido que los del Real Madrid. Punto en contra: no sé cómo dar pases y mis dedos se confunden con los botones. Lo anterior siempre fue un problema, nunca he coordinado bien los dedos con los botones de los controles, ya sean mandos de Xbox, Play o lo que sea. Curiosamente sé hacer malabares, acto que requiere de un cierto grado de coordinación motriz. Termina el partido. Fui humillado por mi compañero, 4 – 0 fue el resultado final. Más encima el árbitro me expulsó dos jugadores, todo por tocar un poco a Cristiano Ronaldo.

A pesar de que jugamos sólo media hora, esos 30 minutos se me hicieron eternos. Al primer minuto de juego con Rusia y viendo que los pases que daba generalmente salían de la cancha, ya estaba aburrido. Quería irme a almorzar. Carlos disfrutó esa media hora, porque fue él quien ganó.

Interactuando

Día miércoles, 19.50 horas aproximadamente. Hace frío. Entro al Caracol, esta vez solo. Observo cómo un adolescente, poco menor que yo, juega Mortal Kombat. Después de un pequeño lapso de tiempo le digo si puedo jugar con él. Sin mirarme me responde que sí. Termina su pelea y recién me siento y tomo el player 2. Se llama Felipe, le dicen Pipe y según él juega todos los días en el Caracol, aunque sólo lo vi esa oportunidad. Me pregunta qué personaje escogeré. Digo Sub Zero (el único personaje aparte de Scorpion que me sé el nombre).

Me demoro en escoger a Sub Zero, se me pierde entre tantos monos raros. Antes de comenzar la pelea le pregunto con qué botones golpeo. Me mira con cara de “si estay acá es porque sabís jugar”. Me responde sólo señalándome qué botones apretar. Empieza la pelea…termina la pelea. No sé cuánto duró pero es seguro que perdí antes del minuto. Pensé que el Pipe y los niños que estaban ahí se iban a burlar de mí. Extrañamente no emitieron comentario alguno. Jugamos tres veces más, las tres las perdí y me fui. Traté de irme lo más rápido posible y sin que me vieran. No resultó.

Al día siguiente, volví a ir. Esta vez en la mañana, casi apenas abrieron Zona de Juegos. Mi intención esta vez no era jugar, sino hablar con el dueño y administrador de dicho local. Que me hablara de la gente que va a jugar, cuál es el rango promedio de edad, cuál es el juego más vendido, etc.

– Hola, ¿tienes el último Need for Speed para Play 3? Le pregunto.

– Tengo el The Run, es del año pasado, ¿te sirve?

– Sí, obvio (no tenía idea cuál era), ¿cuánto cuesta?

-25 mil, me dice mientras ordena unos juegos de Nintendo DS que le habían llegado.

Luego la conversación siguió durante unos minutos. Entre consulta y consulta iba sacando información. Como he dicho anteriormente, los juegos más comprados son los de fútbol: Pro Evolution Soccer o FIFA. De hecho, cada año sale una nueva versión de cada uno de ellos. Aunque no tengo idea en qué se diferencia uno de otro. ¿Algún equipo más? ¿Jugadores mejor dibjados? ¿Nuevas instalaciones en los camarines?

Lo que es de extrañar es que, a pesar de que los juegos cuando salen son bastante caros -sobre los 30 mil pesos- igualmente son comprados. De hecho “muchas veces tenemos que encargar más, porque se nos acaba luego el stock”, expresa Toño.

Otra información que saqué de mis labores de espía fue que el promedio de edad de los que juegan allí es de 17 años. Aunque muchas veces hay niños pequeños –de unos 10 ó 12 años- que están jugando mientras sus mamás compran. Y otras veces hay adultos –sí, derechamente adultos- apretando los botoncitos. Aunque éstos juegan más los de carreras, como el Gran Turismo, por las gráficas espectaculares que tiene.

Gran variedad de juegos desde $15.900

Game Over

Es viernes, voy al Caracol, nuevamente con Carlos. Esta vez bajo la escaleras con un dejo de tristeza…en realidad no. Es decir, fueron cinco días donde me convertí (o por lo menos traté de hacerlo) en gamer. Fueron cinco días, por decir lo menos, raros. No la pasé mal, bueno…sólo el lunes cuando no hice nada. Pero las demás jornadas me sirvieron para darme cuenta de cómo realmente es ese mundo.

Reconozco que tenía prejuicios, tanto de los que allí van a jugar como de los que trabajan en esos locales. Los imaginaba como seres sumidos en su mundo –deben haber, pero los menos- llenos de cd’s, gráficas, memory cards y nombrando a personajes con nombres impronunciables. Pero no, estaba totalmente equivocado. No es un mundo extraño ni alejado de la realidad. De hecho, muchas mamás van a comprarle juegos a sus hijos y algunas están muy bien informadas sobre cuál es el juego que deben adquirir. Mi teoría se vino abajo, pero para bien.

Con Carlos jugamos el último FIFA 2012. Nuevamente liga española, pero esta vez escogí al Valencia y al Rayo. Carlos se mantiene fiel al equipo merengue. Nuevamente perdí, pero esta vez di un poco más de pelea, 5 – 3 fue el marcador final y con solo un expulsado.

¿Me volví todo un gamer en cinco días? ¿Estoy listo para competir en torneos? ¿Puedo ganarle a cualquier niño de los que juega en el Caracol? No lo creo, en cinco días no se puede hacer mucho, pero ahora me coordino mejor con los botones…algo es algo.