Cuatro historias para ayudar a cuidar nuestro planeta

El rol de la comunidad en el rescate del medio ambiente. A pie, en bicicleta, en las dunas o la costa, con las manos y la imaginación, todos los aportes son bienvenidos.

Por Giarella Araya y Daniela Durán

La Tierra vive sus días más críticos y la contaminación es la gran responsable de esto. Las empresas generan cantidades exorbitantes de desechos de todo tipo, y a esto se suma la falta de compromiso de los Estados por generar cambios reales que se traduzcan en leyes estrictas que protejan al medio ambiente. Pero también hay un factor de gran relevancia que atañe a todos los habitantes del planeta, respecto a la labor y contribución que cada uno puede hacer para ayudar. A continuación, se presentan seis relatos de personas que decidieron, cada una a su manera, tomar acciones frente a esta crisis medioambiental que día a día se intensifica. Estas son sus historias.

Antofagasta, 1982.

La dictadura de Augusto Pinochet azota a Chile desde hace nueve años. Además de la muerte y desaparición de miles de compatriotas, el país vive una fuerte crisis de cesantía, de la que Blanca Gutiérrez  junto a un grupo de profesores es parte. Es por esto que deciden organizarse con la idea de crear “algo” diferente, un lugar tranquilo donde reunirse y comenzar de nuevo, además de obtener alguna fuente de ingresos en aquellos tiempos de crisis. “Nada de lo que hay afuera fue programado”, señala Blanca. Arrendaron el terreno a Bienes Nacionales a un bajo costo y con el tiempo, cuando todo empezó a tomar forma, lo pidieron en concesión gratuita, originándose así, a 22 kilómetros de Antofagasta, la reconocible por su gran arboleda en medio del silencioso desierto, Corporación Gen.

Es un oasis en medio del desierto, alejado de la vida acelerada de los habitantes antofagastinos. Blanca y sus compañeros han convertido a Gen en el lugar ideal para dejar atrás las tecnologías que nos hacen egoístas e irresponsables con nuestro planeta. La reflexión y conexión con la naturaleza, son parte de las características que a lo largo del tiempo los fundadores de Gen buscan transmitir.

Las primeras casas levantadas en aquel árido terreno son de materiales obtenidos de la naturaleza. Blanca nos lleva a la primera casa construida y podemos apreciar a simple vista las rocas desiguales, que una junto a otra, en intervalo con botellas de vidrio, forman las pequeñas paredes del hogar. Seguimos conociendo el lugar y encontramos juegos para niños; serpientes, caracoles, gallos y cuncunas, son algunos de los animales construidos con neumáticos de autos reciclados que dan diversión a los pequeños que visitan la corporación cada fin de semana junto a sus familias. Cerca de la entrada descubrimos la zona dedicada al picnic y más al este, estatuas conformadas de fierro. Un sin fin de arquitecturas que destacan por sus materiales reciclados y que hacen de Gen un sitio particular desde su llegada.

Corporación GEN

Mientras reflexiona sentada con un chal deshilado sobre sus piernas, Blanca narra un tanto desanimada el futuro incierto de Gen, ya que el desinterés por parte de los jóvenes herederos de esta comunidad de continuar con el lugar creado hace 34 años, es algo que le preocupa. Sin embargo, Blanca es enfática, observa el lugar que hace tantos años construyó junto a sus compañeros, y recalca la importancia de sitios como Gen ante la falta de espacios públicos y áreas verdes recreativas en Antofagasta, para generar cultura respecto a nuestro medio ambiente. Es necesario que más gente, y por sobre todo jóvenes, se unan a este estilo de vida. Y lugares como éste son los que nos permiten tomar conciencia de eso.

La vida sobre ruedas

Fue a mediado de 2009 cuando Paola Navarro, sin saber mucho sobre el tema, pero con la idea de hacer más actividad física, adquirió su primera bicicleta. Lo que no sabía, era que su nueva adquisición marcaría un antes y un después en su vida.

Hace ocho años se creó la agrupación AntofaCleta Ciclismo Urbano, conformada desde sus inicios por un grupo de jóvenes amantes de las bicicletas que, disconformes con los espacios otorgados a este medio de transporte, decidieron organizarse y salir a pedalear, como una forma de disfrutar la ciudad, pero también de exigir a las autoridades y los automovilistas mayor conciencia y respeto. Uno de sus principales objetivos es concientizar acerca de la contaminación emitida por los vehículos.

A través de cicletadas -ahora realizadas también el primer martes de cada mes como apoyo a las cicletadas a nivel nacional- llaman a la población a unirse a su campaña “Un auto menos”, cuyo fin es que cada miembro ponga en su bicicleta esta identificación que dé a conocer su interés por ayudar al medio ambiente.

Agrupación “AntofaCleta Ciclismo Urbano”

Otra de las socias de AntofaCleta es Nataly Vega, quien además de compartir su amor por la bicicleta, es una apasionada por el cuidado del medio ambiente, lo cual la ha transformado en un gran aporte en los grupos de cicloturismo y cicletadas recreativas que se realizan regularmente, debido a su interés por mostrar a otros la belleza de los cerros de la ciudad.

“La bicicleta no sólo sirve como medio de transporte, ayuda a bajar el estrés, uno ahorra y lo mejor es que no contaminas. Yo llevo alrededor de ocho meses aquí y desde que empecé, no he parado de venir porque me hace sentir bien y me gusta que cada vez seamos más los que se inclinan por este medio de transporte sustentable”, recalca.

Las hortalizas se convierten en Arte

Una hoja con un mensaje en su interior vuela ágil por las calles de Antofagasta y cae directamente sobre los pies de Karla María Díaz, una madre soltera de dos hijos, que después de conocer una difícil realidad laboral en la cárcel de menores, deseó encontrar una manera de transmitir oportunidades a estos jóvenes. Sin dudarlo, se inclina a recogerla y lee su contenido. Esta pequeña lámina explicaba cómo hacer papel de una forma muy sencilla. Fue en ese momento en que Karla María encontró lo que sería el trabajo y la pasión de su vida.

Reciclaje de papel o “reciclaje artístico artesanal de papel”, como ella lo denomina, es el trabajo que lleva a cabo Karla María, con la particularidad de ser realizado con vegetales. Utiliza cáscaras de cebolla, choclo, zanahoria e incluso el agua de la betarraga, ya que su propósito no es sólo reutilizar, también es ayudar al medio ambiente disminuyendo la basura diaria, el gasto energético y promoviendo el cuidado del agua.

En el año 2006, con el egreso de los jóvenes del Centro del SENAME, concluyó el taller de arte que realizaba, lo que la llevó a tomar la decisión de retirarse y dedicarse en un cien por ciento al reciclaje de papel. Al  pasar los meses su trabajo originó frutos, por lo que decidió participar en el Proyecto SERCOTEC, entregándose por completo a esta nueva tarea del arte del papel artesanal que comparte activamente junto a sus hijos.

Artículos a la venta de Karla María Díaz

El papel reciclado es una de las múltiples formas que permiten llevar una vida sustentable. El Compost -o abono natural- es otra alternativa para ayudar al planeta y no necesita más que compromiso y responsabilidad individual. Los hijos de Karla la ayudan en el trabajo de compostaje, reuniendo todos los vegetales en descomposición de su hogar, además de guardar cada bolsita de té que utilizan, para luego mezclar todo y obtener el abono que le permitirá el cultivo de vegetales, frutas e incluso hierbas que le proporcionen los ingredientes para alimentar a su familia.

Anotadores, porta retratos, agendas, partes de matrimonios, y hasta tarjetas de presentación son algunos de los productos personalizados que Karla realiza, derribando así los estereotipos que la gente suele tener acerca de la calidad de los artículos reciclados.

Al mirarnos a los ojos nos reafirma que el reciclaje no es recolección de basura o lo que ya no sirve, sino más bien una oportunidad de recrear nuevos productos. “Yo vivo de esto. Y no me arrepiento de haberme retirado del trabajo y haberme hecho independiente, uno se hace su propio dinero. A veces hay momentos malos y buenos, pero tiene sus pros y sus contras, la libertad que tiene uno de almorzar con sus hijos, estar acompañándolos en sus tareas, el día a día, eso es impagable”.

Flor Ecológica

Avanza el 2014 y Pamela Pérez, mujer de familia y madre de tres hijos conversa con un grupo de amigos acerca de la falta de lugares destinados al reciclaje en Antofagasta. Esa noche, Pamela decide que el reciclaje -labor que como familia siempre realizaron- sería a lo que se dedicaría por completo. Dos años después abriría sus puertas a la comunidad “Parque Reciclado Eco Rayen”, primer parque de este tipo en la cuidad.

Parque Reciclado Eco Rayen

Ubicado en el sector de La Portada y cuyo nombre significa “flor ecológica”, abrió sus puertas en abril y ha sido muy bien recibido, según cuenta Pamela. El lugar está construido sólo de elementos reciclados y su levantamiento ha sido posible principalmente por autogestión y trueque, algo que enorgullece a Pamela, ya que, si bien cuenta con el apoyo de entes privados, el trabajo del equipo de voluntarios ha sido primordial. “Estamos a años luz de otros países que reciclan mucho más, pero nunca es tarde para dar el primer paso. Nosotros ya partimos con esto, y también hay más organismos que reciclan, pero falta difusión y apoyo”, sostiene.

Actualmente el parque, que ya tiene construidos quinchos y juegos interactivos, abre sus puertas al público cada fin de semana. Pero Pamela es ambiciosa y tiene en mente los siguientes proyectos: construir cabañas para que los visitantes puedan alojarse en el lugar y desarrollar un museo interactivo que les permita enseñar a los niños técnicas de reciclaje para que así esta labor pueda replicarse en familias y Antofagasta se transforme en una comuna que se preocupa por el medio ambiente. “A esta ciudad le falta aprender a reciclar, pero para eso estamos nosotros, porque lamentablemente ni en el colegio ni en la casa te enseñan a hacer esto, pero si queremos lograr cambiar el pensamiento de la gente, tenemos que hacer educación ambiental y eso lo estamos logrando”.

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